Director: Ridley Scott
Año: 2005
Guión: William Monahan
Música: Harry Gregson-Williams
Fotografía: John Mathieson
Reparto: Orlando Bloom ---- Balian de Ibelin
Eva Green ----------- Sybilla
Jeremy Irons -------- Tiberias
Liam Neeson -------- Godofredo de Ibelin
Marton Csokas ------ Guy de Lusignan
David Thewlis -------- Hospitalario
Ghassan Massoud ---- Saladino
Brendan Gleeson ----- Reinaldo de Châtillon
Edward Norton ------ Rey Balduino IV
Alexander Siddig ----- Nasir
Michael Sheen ------- Sacerdote
Velibor Topic -------- Almaric
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HECHO HISTÓRICO: Tras la Segunda Cruzada y el advenimiento de la Tercera, Tierra Santa es feudo cristiano, constituido por el Reino Latino de Jerusalén, rodeado por diversos condados pertenecientes a poderosos aristócratas occidentales. Casi cien años después de su conquista, Jerusalén ya cuenta con su propia dinastía de reyes, aunque los territorios cristianos están bajo permanente amenaza de los reinos musulmanes que los rodean, particularmente los sultanatos de Siria y Egipto. El primero está liderado por Salah ad-Din, caudillo sirio y fundador de la dinastía ayubí, y figura capital en los enfrentamientos que tendrán lugar contra los cristianos. En esos momentos, reina lo que podríamos llamar una "guerra sucia sucesoria" en torno al trono de Jerusalén, con el rey Balduino IV moribundo, y el noble Guido de Lusignan (posteriormente rey) siendo el aspirante principal. En el horizonte, espera Salah ad-Din (conocido como Saladino en Occidente) al mando de un inmenso ejército que derrotará al cristiano en la Batalla de los Cuernos de Hattin, asediará Jerusalén y la conquistará en 1187, lo que desencadenará la Tercera Cruzada, cuyo máximo exponente será Ricardo Corazón de León.
Miniatura procedente del relato de Mateo de París sobre la batalla (Inglaterra, siglo XIII) |
EL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA: En 1184, en una aldea francesa perteneciente a un señor feudal, vive Balian (Orlando Bloom), un herrero que acaba de perder a su mujer embarazada por suicidio. La doble pérdida ha hecho de él alguien que deambula sin rumbo, como un fantasma, entregado a su trabajo sin fe ni espíritu. En un momento dado, aparece un grupo de caballeros cruzados que regresan de Tierra Santa. Uno de ellos es Godofredo de Ibelin (Liam Neeson), hermano del señor feudal de la región. Godofredo muestra interés por Balian, y le hace saber que en realidad es su hijo ilegítimo. Le invita a volver con él a Tierra Santa, y Balian, tras asesinar a su envilecido hermano sacerdote (Michael Sheen), acepta. Así, inicia un viaje que le llevará hasta Jerusalén, donde buscará el perdón y un rumbo para su espíritu, se convertirá en señor feudal, vivirá de primera mano las tensiones dinásticas y políticas del reino, y sufrirá la amenaza de Saladino (Ghassan Massoud) y los musulmanes.
Primeramente tengo que aclarar que se va a analizar esta película en su totalidad, de modo que si todavía el lector no la ha visto, mejor que primero la visione y luego lea esta parte del monográfico.
"El Reino de los Cielos" puede interpretarse y valorarse de muy diferentes formas. Lo primero de todo, es que, para disfrutar completamente de su mensaje, del mensaje que quiere transmitir Ridley Scott, hay que dejar a un lado el severo ojo de historiador. Porque sí, la película cambia hechos, personajes y situaciones.
Cambia totalmente el
personaje de Balian de Ibelin, ya que éste jamás fue un herrero que descubrió
su condición noble, sino que formó parte de una familia de gran raigambre, con
varios hermanos y con posesiones en Tierra Santa. Los demás personajes
principales han sufrido cambios, algunos más exhaustivos que otros, pero todos
ellos obedecen a la búsqueda de una mayor concisión dramática, puesto que de
narrarse este episodio tal cual ocurrió hubiera dado lugar a una película
infinitamente más larga y, por qué no, menos atrayente. Así, el personaje de
Sybilla no odiaba a su marido, sino que colaboró con él, y éste, Guido de
Lusignan, no es el villano que nos presenta la película (al menos, no tan
acentuado), sino un aristócrata que supo estar en el momento adecuado en el
lugar justo, y pudo ser nombrado rey de Jerusalén. Tiberias es, en realidad,
Raimundo III de Trípoli (renombrado para la película debido, según el
guionista, a que muchos espectadores podrían haber confundido a Raimundo con
Reinaldo de Châtillon, nombres que suenan parecidos), señor del condado del
mismo nombre y regente del Reino. Del mismo modo, el mencionado Reinaldo también
sufre algunos cambios, así como el propio Saladino. Todo ello en aras de una
mayor claridad expositiva, necesaria para que el mensaje que se quería
transmitir con el argumento pudiera comprenderse plenamente, sin que detalles
políticos farragosos pudieran entorpecer la narración. Dicho de otra forma:
para saber y conocer en toda su amplitud el período comprendido entre la
Segunda y la Tercera Cruzada, mejor acudir a ensayos o a documentales.
¿Y de qué trata este mensaje?. Ridley Scott utiliza este
marco histórico para hablar de un tema que siempre está en permanente
actualidad: la tolerancia y la convivencia entre culturas, y la intolerancia en
general entre los fanáticos de las religiones. Y el viaje de un hombre que
experimenta un cambio vital al comprender y observar eso de primera mano. Pero
no se trata de un mensaje maniqueo o absurdamente anacrónico, sino
perfectamente cohesionado en torno al pensamiento general que imperaba a
finales del siglo XII. El plano con el que comienza la película (el que puede
verse justo encima de estas líneas) ya es una auténtico resumen de lo que vamos
a ver a continuación: una gran cruz de piedra (la Religión) tapando la luz del
Sol, mientras un grupo de caballeros (el hombre) pasa detrás de ella. Y un
rótulo: "Francia, 1184". Así era el siglo XII en Europa: la Religión
imponiéndose sobre todo y sobre todos. La primera parte de la película
transcurre en el invierno del pueblo francés, a la sombra del castillo del
señor feudal: reina un ambiente frío, oscuro, de pobreza y envilecimiento,
donde el fanatismo religioso y moral rige los destinos de todos.
Es en ese ambiente donde Balian pierde su fe debido al
suicidio de su mujer embarazada. La pérdida le sume en una profunda crisis de
fe. Deja de creer en Dios, en su trabajo como herrero y en la vida en general.
Sin embargo, alguien va a acudir en su ayuda: desde Tierra Santa, regresa
Godofredo de Ibelin, quien le reclama como su hijo ilegítimo y le invita a
seguirle de vuelta a sus territorios en Palestina. Es esa promesa de un
"nuevo mundo", lejos de las penurias de un "viejo mundo"
miserable y oscuro, lo que le seduce para tratar de encontrarse a sí mismo, de
renacer en alguien nuevo. Durante el viaje y debido a una herida sufrida en una
emboscada, Godofredo muere en Messina antes de embarcarse hacia Oriente. Antes
de morir, le transmite a su hijo la idea del "nuevo mundo", el corazón
mismo del conflicto religioso-cultural, donde la paz es más necesaria que
nunca. Esa es la misión que Godofredo le confía: velar y luchar por la
convivencia justa y pactada entre las dos religiones, los dos dioses y los dos
imperios.
Ya en Jerusalén, Balian acude al Gólgota para rezar y
esperar alguna señal divina que le haga recuperar esa fe y ese descanso
espiritual que anhela. Pero, desconsolado, no percibe absolutamente nada. Y es
justo a partir de ahí cuando empieza su verdadero viaje: contacta con los
caballeros de su padre, se convierte en el nuevo barón y empieza a disfrutar de
las posesiones que le legó Godofredo. Y al mismo tiempo, comienza a ser testigo
del teatro político y bélico de Tierra Santa: las luchas intestinas en el seno
cristiano, entre los templarios y otras órdenes militares, así como el lento
declive y agonía del leproso rey Balduino IV. Al mismo tiempo que la frágil paz
que mantienen los cristianos y los musulmanes de Saladino se va haciendo trizas
poco a poco. Es entonces cuando Balian comprende el mensaje (aunque la
interpretación sosa y carente completamente de carisma de Orlando Bloom estropee
el momento): es en el movimiento donde se encuentra a sí mismo, en la actividad
y en tomar un papel protagonista en todo el conflicto.
Es ese conflicto el que le va a permitir a Balian encontrar
una razón, una reinvención, una renovación: cuando por fin Balduino muera, y
con él, la tregua que había mantenido con Saladino, todo se precipitará: su
sucesor, el hijo pequeño de su hermana Sybilla, no durará mucho y pronto el
belicista y fanático Guy tomará la corona y las riendas del destino de todo
Jerusalén. Y su fanatismo religioso le impulsará, nada más acceder al trono, a
declarar la guerra total. Mientras, Balian y Tiberias, el fiel aliado de
Balduino, se posicionan en contra y no acuden a la llamada de las armas, que se
saldará con el desastre de la Batalla de los Cuernos de Hattin, el comienzo del
final para la Jerusalén cristiana.
Saladino es el otro peso en la balanza.
Ridley Scott no le convierte en un Gandhi, no le hace lanzar proclamas de paz y
de amistad entre todos los pueblos del mundo, pero sí que le hace un retrato de
integridad dentro de lo que era un caudillo sarraceno entregado a la causa del
Islam. Él, como al final descubre también Balian, sabe que la mera existencia
de su propio pueblo depende de la convivencia que sea capaz de edificar con sus
enemigos. De que el pragmatismo es indispensable para no verse cegado demasiado
por la religión y el fanatismo hacia unas escrituras y quienes las vocean
incesantemente, de que la prosperidad y el bienestar de su pueblo no nace de
Alá y su influencia, sino de la capacidad que hombres como él puedan tener de
crear un marco de mutuo respeto y tolerancia para otras gentes y otras
religiones. Algo que no le impide cumplir con su misión de conquistar Jerusalén
para su causa, pero no porque el Islam lo reclame, sino porque es un paso
inevitable para cumplir esa misión que tiene, y que no incluye matanzas
innecesarias o la devastación forzosa del enemigo. Es un hombre práctico y
sencillo, y así lo demuestra ("¿Cuánto vale Jerusalén?" "Nada.... todo").
Y mientras, Balian ha cerrado el círculo. Tras el desastre
de Hattin, la captura del rey Guy y la muerte del fanático Reinaldo, asume su
papel enteramente y se pone al mando de la defensa de Jerusalén. El hombre mudo
y silente que vivía sumido en la depresión y que únicamente seguía vivo por
inercia se ha convertido en el alma de toda una ciudad, en el líder que arenga
a todo un pueblo en el peor de los momentos, en el terrible asedio que
terminará con la rendición de la ciudad. Al igual que Saladino, combatirá hasta
el final no por un Dios o por una fe, sino porque ha entendido que allí, en
Oriente, es donde está su lugar, donde siempre ha estado, en una tierra (un
nuevo mundo) donde hombres como él pueden demostrar su valía, y donde el
intercambio cultural que siempre surge de una lucha titánica entre dos gigantes
produce efectos secundarios milagrosos. Allí es posible que un caballero
cristiano y un noble musulmán puedan tratarse, libres de fanatismos y
oscurantismos. Allí, tal y como le predijo Godofredo en su lecho de muerte, los
hombres tienen la oportunidad de redescubrirse, de mostrarse plenamente tal y
como son: la vileza y la bondad se acentúan, se hacen sólidos y se llevan hasta
las últimas consecuencias. Cada uno de los bandos es el reflejo del otro, y por
eso mismo personajes como Saladino, Tiberias, Balduino o Nasir se reconocen en
sus enemigos, saben que en el otro bando existe fanatismo, pero también
integridad; maldad, pero también voluntad de convivencia y tolerancia. Y ese,
al fin y al cabo, es el mensaje que quiere lanzar Ridley Scott con esta
película. Como reza el rótulo final, la paz en Tierra Santa permanece y parece
que permanecerá desaparecida durante bastante más tiempo. En la época de las
Cruzadas, existieron (o pudieron haber existido) personajes como Saladino o
Balian, todos con un particular "reino de los cielos" que anhelar, un
reino que instaurar, bajo la enseña de Alá o la de Dios, para dar cabida a
todos bajo un manto de tolerancia en uno de los lugares más sagrados de la
Tierra.
Resumiendo un poco la factura de la película, resaltar una
vez más la calidad de las imágenes que vemos, seña de identidad de siempre de
Ridley Scott, destacando una ambientación prácticamente perfecta del siglo XII
(la película se rodó en España y en Marruecos), con una fotografía
primorosamente conseguida por John Mathieson (calidad que puede apreciarse en
las capturas que jalonan este artículo), y una partitura excelente firmada por
Harry Gregson-Williams, y con la colaboración puntual de otras composiciones.
El gran reparto cumple perfectamente, exceptuando al protagonista, y todos
están perfectos y sobrios en sus papeles.
Para acabar, me gustaría mostrar la que considero que es la mejor escena
de toda la película. No tiene diálogos, no pertenece a la emboscada en el
bosque francés, ni al asedio de Jerusalén ni a la batalla de los Cuernos de
Hattin. Adornada por el tema musical "Epitafio", del álbum Los
sueños de Al-Zaqqaq, de Luis Delgado; la escena muestra a Saladino
entrando en una estancia del palacio de Jerusalén, recién conquistada por sus
tropas. En el suelo ve una cruz de mediano tamaño, ricamente tallada. Y ésto es
lo que hace:
Ese gesto, ese simple gesto de coger la cruz del suelo y ponerla en una mesa resume no solamente todo el mensaje de la película, sino "el" mensaje, el mensaje de que cualquier religión, cualquier fe, puede y debe convivir con el resto sin imposiciones, sin odios y sin fanatismos. Un mensaje que pervive a lo largo de los siglos, a pesar de la permanente sangre que es vertida siglo tras siglo. Pervive porque en su día hubo gente como Saladino o el rey Balduino IV que supieron llevarlo a cabo (o al menos lo intentaron), y pervive porque cineastas como Ridley Scott se atreven y apuestan por convertirlo en la base de películas comerciales y superproducciones hollywoodienses. Porque el cine es el mejor escaparate posible para lanzarlo a los cuatro vientos y que permanezca en la retina del espectador durante mucho tiempo.
Feisal
Excelente artículo sobre El Reino de los Cielos, y muy bien redactado, claro y conciso. Me ha gustado la parte en la que intentas explicar el mensaje que desea transmitir Scott: la convivencia entre religiones y culturas, algo que no solamente ha de circunscribirse a una época tan lejana en el tiempo sino que también debería ser tenida más en cuenta en los tiempos que corren, algo muy dificil, sólo hace falta ver el telediario cada día.
ResponderEliminarMás allá de que el film se ajuste más o menos a los hechos históricos que transcurren entre la Segunda y Tercera Cruzada, la fotografía, iluminación y los ambientes que recoge deslumbran a cualquiera, sólo como Scott sabe hacer y, por ello, merece ser visionada varias veces para apreciar cada detalle.
A la espera de tu siguiente artículo sobre Lawrence de Arabia...
Se agradece, aunque de todas formas el análisis de la película daba para mucho más, se han quedado más cosas en el tintero: el enigmático personaje del Hospitalario, del cual puede interpretarse como si fuera una especie de ángel de la guarda (aparece y desaparece en los lugares y momentos más insospechados), las escenas del Director's Cut que mejoran la película y las que son del todo innecesarias, la evolución del personaje de Sybilla o ese final anticipando la Tercera Cruzada. O ahondar más en los cambios sufridos por los personajes y los hechos, que fueron numerosos; así como las escenas que sí que son completamente fieles a lo que pasó (la ejecución de Reinaldo a manos del mismo Saladino tras beber de una copa de agua que no le fue dada a él, Balian rindiendo Jerusalén en persona ante el caudillo musulmán, o los ataques templarios a caravanas árabes). Pero eso daría para otra entrada completa, con lo que no tengo inconveniente en desvelar o responder ante las dudas que puedan surgir tras leer el artículo.
ResponderEliminarSí, el artículo sobre T.E. Lawrence no tardará en llegar.
Excelente artículo Feisal, un placer leer tu análisis. Particularmente considero esta película un auténtico placer visual y un ejemplo de estética para su género. Bravo y quedo a la espera de devorar otra de tus entregas.
ResponderEliminarNuevamente, doscientos millones de gracias, caballero
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