A pesar de lo que se suele creer, la vida en el antiguo Egipto no era una balsa de aceite, ni siquiera para los todopoderosos faraones. El mismo Akhenatón se queja en una de sus estelas de frontera de que su decisión de trasladar la capital a Amarna encontró oposición entre los miembros de la corte: “es peor que lo que escuché en el año 4; [...] es peor que lo que escuchó el rey Tutmosis IV y peor que lo que escucharon todos los reyes que han llevado] la corona blanca”.
¡Para que luego digan del poder omnímodo de los faraones! Pero estas críticas era lo mínimo a lo que se podían enfrentar los monarcas del valle del Nilo en cuestión de oposición. Cuando las cosas se ponían feas de verdad, su propia vida corría peligro. En realidad, a pesar de lo discretas que son las fuentes al respecto, pues siempre habían de mostrar al faraón como victorioso y perfecto, lo cierto es que conocemos más de una y de dos conjuras organizadas contra el señor de las Dos Tierras.
Que sepamos, el primero en sobrevivir a un intento de asesinato fue Pepi I, monarca de la VI dinastía que sufrió una conjura organizada por una de sus reinas desde el harén. Conocemos el suceso gracias a la autobiografía de Weni, a quien el monarca encargó que juzgara el caso. Menos suerte tuvo Amenemhat I, primer soberano de la XII dinastía, que murió asesinado por sus propios guardias, instigados por una de las mujeres del harén.
Las aventuras de Sinuhe y las Instrucciones de Amenemhat nos informan del acontecimiento. Un caso similar tuvo lugar en el año 30 del reinado de Ramsés III, durante la XX dinastía, cuando una bien tramada conjura organizada por una mujer del harén atentó contra la vida del rey de Egipto. Un caso cuyas amplias ramificaciones y participantes conocemos gracias a las actas del juicio, que se conservan en varios papiros, el más destacado de los cuales es el Papiro judicial de Turín.
Los conjuramos escogieron para llevar a cabo sus propósitos, nada menos que el trigésimo aniversario de la llegada al trono del soberano. Una fecha muy especial, porque con una esperanza media de vida al nacer de cuarenta y cinco años que tenían los egipcios, pocos eran los faraones que la alcanzaban…
¡Para que luego digan del poder omnímodo de los faraones! Pero estas críticas era lo mínimo a lo que se podían enfrentar los monarcas del valle del Nilo en cuestión de oposición. Cuando las cosas se ponían feas de verdad, su propia vida corría peligro. En realidad, a pesar de lo discretas que son las fuentes al respecto, pues siempre habían de mostrar al faraón como victorioso y perfecto, lo cierto es que conocemos más de una y de dos conjuras organizadas contra el señor de las Dos Tierras.
Que sepamos, el primero en sobrevivir a un intento de asesinato fue Pepi I, monarca de la VI dinastía que sufrió una conjura organizada por una de sus reinas desde el harén. Conocemos el suceso gracias a la autobiografía de Weni, a quien el monarca encargó que juzgara el caso. Menos suerte tuvo Amenemhat I, primer soberano de la XII dinastía, que murió asesinado por sus propios guardias, instigados por una de las mujeres del harén.
Las aventuras de Sinuhe y las Instrucciones de Amenemhat nos informan del acontecimiento. Un caso similar tuvo lugar en el año 30 del reinado de Ramsés III, durante la XX dinastía, cuando una bien tramada conjura organizada por una mujer del harén atentó contra la vida del rey de Egipto. Un caso cuyas amplias ramificaciones y participantes conocemos gracias a las actas del juicio, que se conservan en varios papiros, el más destacado de los cuales es el Papiro judicial de Turín.
Los conjuramos escogieron para llevar a cabo sus propósitos, nada menos que el trigésimo aniversario de la llegada al trono del soberano. Una fecha muy especial, porque con una esperanza media de vida al nacer de cuarenta y cinco años que tenían los egipcios, pocos eran los faraones que la alcanzaban…
(Fuente: La aventura de la Historia. Autor: José Miguel Parra).
Otro aspecto de la Historia de la Humanidad tan viejo como la agricultura o la caza: los magnicidios.
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