sábado, 29 de marzo de 2014

Vlad el Empalador. El terror de los Cárpatos.


Vlad Drácula o Vlad Tepes se considera uno de los personajes históricos más atrayentes e interesantes de los existentes a finales de la Edad Media en Europa. Un personaje controvertido, sin duda, cruel y sanguinario, que ha hecho correr litros de tinta y que sirvió de inspiración a Bram Stoker para su personaje literario más famoso: Drácula.
En este pequeño monográfico nos aproximaremos a su vida y reinado como voivoda en los Cárpatos; veremos los acontecimientos más significativos que le construyeron como persona y como gobernante e intentaremos entender qué le llevo en algunos casos a cometer las atrocidades que desde su tiempo se le atribuyeron.


Primeramente, antes de meternos de lleno en el corpus del monográfico, me gustaria hacer una pequeña contextualización de la Europa del Este de mediados del siglo XV.
El Imperio Bizantino, último recuerdo vivo del Imperio Romano, expiró su último aliento cuando en 1453 los turcos otomanos tomaron su capital, Constantinopla. Tras esto, los turcos continuaron con su avance, de manera que gran parte de lo que hoy comprende Grecia, Albania, Macedonia, la ex Yugoslavia, Bulgaria, Rumania, Hungria y otros tantas regiones pasarían a engrosar su imperio entre los siglos XVI y XX. Pero en lo que respecta a los hechos que vamos a ver, los turcos aún estaban a la altura del Danubio en su avance europeo, concretamente tenían sus fuerzas concentradas en una región Transilvana conocida como Valaquia. Veamos entonces qué ocurrió con esta situación y con uno de sus protagonistas.


Mapa de Europa en la segunda mitad del siglo XV


Vlad III era el segundo de tres hermanos; heredó de su padre el nombre y el apodo. Nació en 1431 en Sighisoara, Transilvania, aunque luego gobernaría en el sur de Rumania. Precisamente el 8 de febrero de ese año su progenitor, Vlad II o Vlad Dracul, sería nombrado “Caballero de la Orden del Dragón Derribado” por su fundador Segismundo, sacro emperador romano, en Núremberg. Vlad II fue gobernador del pequeño Estado de Transilvania. El sobrenombre de Dracul le vino, precisamente, por su pertenencia a la misteriosa orden (dracul proviene de la voz latina draco, que significa “dragón”). Asimismo se ha propuesto una derivación del término “dragón” como “diablo”. No en vano este término en Rumania es sinónimo también de Satanás. De este modo y sabiendo que el sufijo "-a" en rumano equivale a la denominación de “hijo de”, obtendríamos que Vlad “Drácula” o "Draculea" se traduciría como Vlad “Hijo del Dragón” o “Hijo del Diablo”.
Del padre de Drácula también debemos saber que, como después le ocurriera a éste, su principal objetivo era llegar a convertirse en voivoda (vocablo que en rumano significa “príncipe”) de Valaquia. Tras concurrir diversas circunstancias, conseguiría el principado. El voivoda en realidad ejercía como único mandatario del país; de él dependían la defensa, la justicia y la administración del Estado. Pero todo acontecía en un tiempo y una situación en los que eran comunes las luchas y confabulaciones más inverosímiles. Así ocurrió uno de los acontecimientos que más influyeron en la trayectoria de Drácula, hijo del voivoda. Tras ser citados por el sultán turco Murad II, Vlad Dracul y sus hijos Vlad y Radu fueron hechos prisioneros. Para el padre el encarcelamiento duró un año; sin embargo, para los hermanos la reclusión fue de seis.
Durante este tiempo no cesaron los ataques del príncipe valaco a los turcos. Sus ofensivas, en las que colaboró el hijo mayor, Mircea, pusieron en grave peligro la vida de los dos prisioneros en manos del sultán. A pesar de las encarnizadas luchas, el final de Vlad Dracul y Mircea llegó desde otra dirección. Janos Hunyadi, soberano de Hungría, con la idea de colocar como príncipe de Valaquia a Vladislav II y contando con la traición de algunos, consigue su propósito: dar muerte al padre y al hijo. Con el último se ensañaron especialmente, ya que fue atormentado y enterrado vivo. Tras estos acontecimientos comienzan su andadura la historia y la leyenda de Vlad Drácula.
En 1448, con el apoyo de Murad II y las ansias de venganza, el Hijo del Diablo arrebató el trono a Vladislav II aprovechando que éste había enviado un contingente militar a los enfrentamientos de los Balcanes. El reinado de Vlad Drácula apenas duró dos meses, puesto que no pudo resistir la ofensiva de Vladislav, cuando éste regresó con su ejército.


Fortaleza de Poenari, castillo principal de Vlad III


Tras el contraataque de Vladislav y largos años de espera, un hecho brindará la oportunidad a Drácula de conseguir por segunda vez su objetivo, esta vez de forma más duradera. Muere Murad II y su hijo Mehmed II se convierte en sultán del imperio otomano. Esta circunstancia propicia un acercamiento entre Vladislav II y el nuevo sultán que no agrada lo más mínimo al húngaro Hunyadi. Las relaciones se enturbian y en abril de 1452 Vladislav es despojado de todas sus posesiones en Transilvania. Son horas bajas que Drácula aprovecha para ofrecerse al soberano de Hungría como nuevo aspirante al trono de Valaquia. Atrás quedan los escrúpulos y no duda en aliarse con quien provocó la muerte de su padre y su hermano mayor.
Con esta curiosa asociación se desatan cruentos años de batalla que culminarán en 1456, cuando Vladislav II es derrotado y encuentra la muerte a manos del propio Drácula. El 3 de julio de ese año Vlad Drácula inicia su segunda etapa como rey de Valaquia. Todavía le resta perderlo y recuperarlo una vez más. Sin embargo, será bajo este mandato de seis años, el de mayor duración, cuando Drácula establezca un reino de auténtico horror, venganza y barbarie. Además, en este periodo Drácula comienza a ser conocido por otro sobrenombre que atiende a su tristemente célebre manera de ajusticiar a los reos. El empalamiento fue el perverso método de ejecución que distinguió sus actuaciones ejemplarizantes y Tepes (“El Empalador”) el apodo que le acompañó hasta su muerte.

En su lucha por unir Rumania Vlad III encontró que existían muchos personajes que ansiaban su cargo. Así, cinco meses después, en medio de conspiraciones, sospechas de traición e interminables luchas, pone en marcha una política de eliminación de todo aquello que suponga una amenaza para él y para sus planes de orden en el Estado. Surgen nuevos aspirantes a su puesto. Por un lado, Hunyadi hace un llamamiento a los habitantes de Brasov para que ayuden a Dan III Voievod a ascender al trono de Valaquia; por otro, aparece un segundo y sorprendente personaje dispuesto a erigirse como voivoda llamado Vlad El Monje, hijo ilegítimo de Vlad Dracul; y en un tercer bando aparece la amenaza más seria: las noticias hablan de un príncipe llamado Basarat que, ayudado por los habitantes de origen alemán de la ciudad de Brasov, pretende arrebatarle el trono. Vlad Drácula no hace esperar su respuesta y decide apresar a 41 mercaderes de la ciudadela de Brasov que se encontraban en Valaquia. Todos acabaron empalados. De igual manera, 300 habitantes de Brasov que actuaban de confidentes para los germanos traidores fueron calcinados en la hoguera. A comienzos de 1459, Vlad el Empalador lanza una última ofensiva contra Brasov prendiendo fuego a las casas de los alrededores y quema la iglesia de San Bartolomé tras asegurarse de que el cura estuviera dentro. Dan III, otro de los candidatos mencionados, intentó en marzo de 1460 derrocar a Vlad Tepes. Sin embargo cayó prisionero en las manos del príncipe, que desató con él su cruel imaginación quizá buscando un castigo ejemplarizante y disuasorio. El caso es que el reo fue obligado a cavar su propia tumba, a asistir vivo y consciente al oficio religioso de su propio funeral e, inmediatamente después, fue decapitado.


Grabado alemán de la época que muestra a Vlad ante los cuerpos agonizantes de sus empalados.


Hay un capítulo en la vida de este cruel gobernante que no por muy conocido resulta menos estremecedor. Se refiere a una visita que el príncipe de Valaquia recibió de dos emisarios del sultán Mehmed II. Estos mensajeros, cuando comparecieron ante Drácula, quebraron el protocolo al negarse a quitarse sus turbantes; ellos cumplían así un precepto que rezaba en su tradición. El Empalador dictó a los suyos una terrible orden no exenta de ironía: pidió que “fijaran aquellos gorritos a la frente de sus invitados con gruesos clavos”. El mandato se cumplió y Drácula, ante la figura de los dos desventurados con grotescos tocados, secundó su acción con un comentario aún más cargado de sarcasmo. Les dijo que así quedaba claro que a él le gustaba ser “respetuoso con sus costumbres”.
También es de destacar una historia concerniente a la actitud de un soldado de su ejército que, caminando por el campo de empalados e incapaz de soportar el nauseabundo olor de los cadáveres putrefactos, se llevó la mano a la nariz. Drácula, que presenció la escena, ordenó que empalaran a ese soldado por encima de los demás para que el hedor no le perturbara. Las crónicas hablan también de crueldades tales como la de hacer enterrar hasta la cintura a varios de sus servidores para después atravesar sus torsos con flechas.

Los horripilantes crímenes del “Hijo del Dragón” parecían no tener límites. En una ocasión, pidió que le trajeran desde Vurcia a cuatrocientos niños para enseñarles la lengua de Valaquia; el verdadero destino de aquellos inocentes fue el horno donde fueron encerrados y quemados. De la misma zona de Vurcia llegaron los seiscientos hombres que fueron empalados tras ser apresados cuando se dirigían a otros territorios. También fueron tristemente celebres sus sangrientos banquetes. Nada más inaugurar su segundo y más continuado reinado, Vlad invitó a doscientos nobles a una gran fiesta. Terminada ésta, todos los comensales fueron apresados. Las mujeres y ancianos fueron empalados y el resto enviados como esclavos a construir un castillo a orillas del río Arges. En otra ocasión, fueron mendigos los invitados. Tras la comida les quemaron vivos dentro del edificio en el que se encontraban.
Por último, la leyenda habla de otro tétrico banquete que tuvo lugar cuando compareció ante Vlad Tepes un gitano acusado de robar. Drácula ordenó que fuera cocido vivo en una gran olla y después, obligó a todos los componentes de su familia a comerlo. Lo mismo le ocurrió a un tal Zegano que, tras negarse a ahorcar a un ladrón, provocó las iras del noble, que hizo que lo cocieran y lo dio a comer a sus conciudadanos. Y hablando de magnos festines, se sabe que este príncipe siniestro se deleitaba cenando rodeado de muertos y agonizantes. Ello constituiría una analogía entre el Drácula histórico y el vampiro.

En la lista de atrocidades atribuidas al príncipe de Valaquia se encuentran suplicios de la más diversa índole: decapitaciones, mutilaciones de narices, orejas, órganos sexuales o, en el caso de algunas mujeres, pezones; vaciado de ojos; enterramientos o cremaciones en vida; atormentados que morían cocidos en ollas hirvientes; torturados que eran desollados vivos y todo un largo etcétera de sufrimientos que asustan tanto por su número como por su naturaleza. Pero sin duda, el modo de ejecución más practicado en el reinado de este sanguinario guerrero fue el empalamiento. De hecho, esta su sobrenombre de Tepes (Empalador) para refrendarlo. Este sistema de suplicio y muerte no les debía parecer en sí lo suficientemente doloroso a Drácula y a sus sicarios, ya que añadían, en ocasiones, algunos «detalles». Estos servidores del horror se cuidaban de que las puntas de las estacas donde iban a ser ensartados aquellos desdichados estuviesen redondeadas. Después las lubrificaban abundantemente con aceites para que el fatídico palo penetrara en las entrañas de la víctima empujando y moviendo de su sitio los órganos internos sin desgarrarlos, lo que producía espantosos dolores en el martirizado. Los verdugos perseguían con esto la más lenta de las agonías, evitando así una muerte "demasiado" rápida o instantánea.
Aunque los grabados del siglo XV nos muestran a reos que son atravesados por el vientre o por el pecho, también lo hacían por la boca. Sin embargo, el método empleado habitualmente era el de introducir la fatal vara por el ano del sujeto.

Esta etapa en la que Drácula escribió su propia historia-leyenda, el tiempo en el que gestó las más increíbles hazañas contra los turcos y en el que labró con sangre y dolor los campos de su bella y querida Valaquia abarcó desde aquel célebre año 1456 hasta el de su captura y encierro en una celda de Visegrado en 1462. La orden de apresarle y encerrarle, como he referido, procedía del rey húngaro Matías Corvino, quien parece ser pretendía así salvarse de una falta que había cometido. Resulta que Matías se había apropiado y gastado 40.000 monedas de oro que el papa Pío II le había entregado. Esa dote iba destinada a Drácula como apoyo a su campaña contra los turcos. Temeroso de que aquella malversación se conociera, el soberano de Hungría redactó cartas falsas implicando a Drácula en un juramento de lealtad al sultán.
De esta forma podía acusarle de renegar de su religión cristiana y por lo tanto justificar la retención del dinero. Mientras Vlad permaneció encarcelado su hermano pequeño, Radu III El Hermoso, condujo el destino de Valaquia. Pero es que poco antes de la detención de Drácula, Radu, apoyado por Mehmed II, de quien se dice que era amante, contando con la traición de los boyardos y el aliento de Matías, había conseguido alejar a su hermano del trono.
A grandes trazos los hechos se sucedieron, probablemente, de la siguiente manera: Radu es derrocado en favor de Basarab Laiota. Tiempo después, en 1475, el hermano pequeño de Vlad muere de sífilis y al año siguiente, 1476, El Empalador recupera su poder. Vlad Drácula se casó con Ilona Szilágy, mujer perteneciente a la realeza de Hungría y, al mismo tiempo, se convirtió del cristianismo ortodoxo, la religión de su Estado, al catolicismo. Como ocurriera en la primera ocasión, este reinado iba a durar poco, apenas dos meses, sólo que esta vez Drácula abandonaría el trono para siempre, pues murió a finales de ese mismo año. Ocurrió cuando se encontraba en una nueva campaña contra los turcos, pero las causas no están claras.


Entrada al palacio de Topkapi, Estambul


Unos apuntan a que encontró la muerte en plena batalla; otra hipótesis sugiere que fue asesinado a traición por un sicario infiltrado que trabajaba al servicio de los otomanos, y, por último, una tercera posibilidad muy factible es la que nos habla de un intento de Drácula por acercarse a la zona contraria con el objetivo de planear mejor sus estrategias. Para ello, decidió disfrazarse con el uniforme turco con el resultado de que sus soldados, tomándole por un enemigo descargaron sus flechas sobre él hasta matarlo. La cabeza de Drácula fue cortada y entregada a los turcos. El sultán requirió el “trofeo” que, para su mejor conservación, le fue llevado sumergido en miel. Mehmed II tuvo expuesta, en las murallas del castillo Topkapi de Estambul, la cabeza del voivoda que tanto daño les había causado. Y es que la muchedumbre, para calmar su temor y satisfacer su ira, quería observar la faz del aquel diablo por fin derrotado. Pero la leyenda deja espacio para la duda. La tradición rumana asegura que Vlad Drácula no murió y que algún día regresará. Serán momentos de necesidad los que se vivan para que el “Hijo del Diablo” vuelva y guíe los destinos, otra vez, de su tierra.


Carlos Alberca

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