lunes, 3 de febrero de 2014

Hallan las ruinas del que podría ser el templo romano más antiguo.


Desde hace años los arqueólogos habían teorizado sobre la existencia del templo más antiguo de Roma en la base del Monte Capitolino, cerca de las ruinas del Templo de Júpiter que ostentaba hasta ahora es categoría, pero no había sido posible adentrarse en los yacimientos arqueológicos de la zona, de extrema complejidad, por encontrarse en un terreno que se encuentra en parte anegado por las inmediaciones del río Tíber. De hecho, el templo excavado ahora, que los expertos creen que estaba dedicado a la diosa Fortuna, estaba situado en lo que antiguamente formaría parte del puerto del río, ya que entonces el Tíber formaba un codo en la base de la colina.
El puerto habría sido el enclave esencial del comercio de la ciudad, que ya tendría intercambio con Egipto y la zona del Líbano. Los arqueólogos de la Universidad de Michigan y Calabria han hallado los restos debajo de la iglesia de San Homobono, a los pies del Monte Capitolino, a unos dos metros debajo del agua, una tarea ardua enmarcada en un proyecto en el yacimiento de Homobono, que se inició en 2011. Los hallazgos revelados ahora se habrían producido durante las excavaciones realizadas el pasado verano.
Los arqueólogos al frente del proyecto, Albert Ammerman y Nick Terrenato, han puntualizado a los medios que se trata de un fascinante descubrimiento, casi con toda probabilidad el templo más antiguo que se conoce hasta ahora, aunque Ammerman ha incidido en que habría habido templos anteriores construidos con madera, que no habrían podido perdurar debido al deterioro.

Los cientos de vestigios recuperados de debajo del agua como la cerámica griega han permitido datar el templo alrededor de los comienzos del siglo VI a. C. lo que le convertiría en el más antiguo del que se han hallado restos, sólo comparable con el templo de Júpiter, también en el Monte Capitolino. Además, se han encontrado ofrendas de todo tipo como copas, figuras de bronce, hueso y marfil, lo que refuerza la idea de su dimensión como santuario para garantizar el buen comercio.

Para poder acceder a los cimientos del templo los expertos han tenido que cavar una trinchera rectangular de cuatro metros por la que una grúa hizo descender planchas de metal que contuvieran el agua y lodo para poder excavar. Los arqueólogos tenían que trabajar encerrados en ese pequeño espacio durante unas ocho horas, luchando contra la claustrofobia y el temor de que el agua pudiera irrumpir de nuevo anegando la trinchera.
Abajo se toparon con otra sorpresa y es que la piedra utilizada para su construcción parece haber sido importada, ya que no se corresponde con la de tipo volcánico de la zona que se solía usar. Un material de mejor calidad y resistencia como prueban el que las esquinas aún mantengan un considerable filo en vez de haber sido más redondeadas por la erosión.

La excavación ha sido de momento fugaz debido a sus complicadas características, por lo que apenas estuvo unos días visible antes de volver a retirar las planchas e inundar de nuevo la trinchera. No obstante, ya está planificada una nueva excavación para el próximo verano ya que es como “la caja de un diamante en la rivera de un río” según las palabras de Nick Terrenato.
 
 
(Fuente: La aventura de la Historia. Autor: Julio Martín Alarcón).

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