domingo, 8 de diciembre de 2013

La Alquimia, el arte de la transmutación (Parte I: Introducción y origen).




Numerosas han sido las veces que hemos oído esta palabra, muchos de vosotros, seguro, sin tener claro realmente lo que significa. El sólo término nos hace imaginar algo misterioso y esotérico, envuelto en un halo nebuloso que no deja ver mucho más allá. La alquimia es sin duda un tema de investigación fascinante y atrayente, del que hay una cantidad ingente de bibliografía; por ello, intentaremos hacer una disección explicatoria de esta práctica milenaria. La explicaremos como lo que realmente es, despojándola de los tópicos que se han ido creando alrededor de la misma y ahondando en su esencia primigenia, en su verdadero origen, viendo como fue evolucionando a lo largo de los siglos hasta su periodo de auge en el XVI y XVII y su posterior declive en el Siglo de las Luces.

Para que este monográfico sea más agradable de leer y menos cansado, puesto que su extensión va a ser considerable, voy a dividirlo en varias entregas. Eso sí, intentaré que no haya un espacio de tiempo muy prolongado entre cada una de ellas. Dicho esto como nota introductoria, veamos un índice de lo que nos espera en este viaje hacia la alquimia:

  • Introducción.
  • El origen de la alquimia.
  • Dos alquimias dentro de una: la exotérica y la esotérica.
  • El instrumental alquímico y el trabajo del alquimista.
  • La alquimia en el Medievo.
  • Su auge: siglos XV, XVI y XVII.
  • Su declive: siglo XVIII.
  • La alquimia hoy. 
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  • Introducción.

Para comenzar con nuestro monográfico veamos, a título introductorio, qué nos dice el historiador del arte y estudioso de la tradición Titus Burkhardt, en su obra Alquimia:
"Desde el Siglo de las Luces, la alquimia ha sido considerada como precursora de la química moderna y, por tanto, casi todos los investigadores que se han ocupado de ella se han limitado a buscar en sus escritos el punto de arranque de los posteriores descubrimientos de la Química. Este enfoque unilateral ha permitido, por lo menos, sacar a la luz un cúmulo de antiguas prácticas artesanas para la preparación de metales, colorantes y vidrio, escogidas de entre unos procesos aparentemente absurdos que, sin embargo, desempeñaban el papel más importante en la alquimia propiamente dicha. El que tal legado fuera en realidad copioso hacía más inexplicable aún aquel tenaz apego de los alquimistas a las fórmulas de su «magisterio» que, desde el punto de vista químico, eran del todo insensatas. La única explicación consistía en suponer que el irresistible deseo de obtener oro ha tentado una y otra vez a los hombres a creer en fórmulas fantásticas que, si bien se mira, no son sino la aplicación práctica de la antigua filosofía natural, entreverada de supersticiones; algo así como si se hubiera tratado de infundir en el cuerpo la «materia prima» aristotélica de todas las cosas mediante una combinación de toscas operaciones manuales y mágicos conjuros. A nadie le pareció inverosímil que, del engaño en el error y del error en el engaño, un «arte» semejante pudiera extenderse y prosperar en las más diversas civilizaciones de Oriente y de Occidente durante cientos e incluso miles de años.

Y es que existía el convencimiento de que, hasta unos doscientos años atrás, la Humanidad había estado aletargada y hasta aquel momento no había despertado al claro entendimiento. Como si el entendimiento pudiera experimentar una especie de desarrollo biológico. Este concepto de la alquimia queda desmentido por el carácter unitario del «arte», pues la descripción que se hace de la «Gran Obra» en los textos alquímicos de los siglos y ámbitos culturales más distintos presenta unos rasgos fundamentales constantes, que no pueden calificarse de empíricos. La alquimia india tiene la misma esencia que la de Occidente, y la china, aunque dentro de un marco espiritual completamente distinto, guarda cierta similitud con ambas. Si la alquimia fuese pura fantasmagoría, su lenguaje llevaría el sello de la arbitrariedad y la insensatez; mas, por el contrario, tiene todos los rasgos de una auténtica tradición, es decir, de una enseñanza orgánicamente coordinada, aunque en modo alguno esquemática, y unas reglas invariables, confirmadas una y otra vez por sus maestros. Por tanto, no puede ser una hibridación ni una especie de casualidad en la historia de la Humanidad, sino que debe de anunciar una fe profundamente arraigada en las posibilidades del espíritu y del alma".


  • El origen de la alquimia

La alquimia es un arte tan antiguo como la propia humanidad. Su nacimiento puede fijarse dentro de la primera "industrialización", es decir, con la aparición del Neolítico. Cuando los primeros pobladores del mundo dejaron de preocuparse exclusivamente por sobrevivir, y empezaron a reunirse en comunidades, surgió lo que se ha dado en llamar la primera civilización urbana.
Fue en su seno donde nacieron los primeros oficios, junto con la agricultura y el pastoreo: la carpintería, la metalurgia, la alfarería, la fabricación de tintes y colorantes. Sus técnicas eran simples pero funcionaban. No existía una ciencia como tal: los métodos no habían sido fruto de la investigación, sino de la casualidad y de la observación de la naturaleza. Y en todos ellos se hallaba presente la magia, esa magia característica de los pueblos primitivos, que quería que cada elemento común al hombre tuviera su dios particular, tanto en las cosas del cielo como en las de la tierra. Pronto el ser humano comenzó a dotar a cada elemento de la naturaleza de un espíritu o genio. Ríos, árboles, animales, metales, todo comenzó a adquirir un ente propio, inseparable, y que llegaría a formar la esencia misma de dicho objeto. Pero no sólo este tipo de elementos, sino también los celestes, donde planetas y estrellas se comenzaron a ver como entidades superiores, cuasi conscientes; así fue como surgiría las astrología, la cual, como veremos, estaría muy ligada a la alquimia.
Al principio se trata, por supuesto, tan sólo de una alquimia infusa, que ni siquiera merece el nombre de tal, y que está basada en una serie de ideas puramente intuitivas: la unión de dos metales produce otro distinto y donde el tratamiento de un metal puede hacer variar su color y sus características. Todos estos fenómenos eran fácilmente interpretados por los antiguos como transmutaciones, no como distintas apariencias de un mismo metal. Y esto, naturalmente, se puede aplicar a todos los metales, incluso los considerados como preciosos.

Así empieza a desarrollarse el embrión de una idea de la que nacerá después el primitivo espíritu de la alquimia: la de "aumentar" el oro, la de conseguir cambiar otros metales en oro, ya que el oro es el metal precioso y noble por naturaleza, y uno de los más codiciados también.

Representación de un alambique en un tratado árabe sobre alquimia.

Las primeras huellas de la alquimia aparecen ya en Mesopotamia y Egipto. No obstante, el documento más antiguo sobre el particular se considera que es un edicto chino del año 144 a.C., en el cual el emperador Wen castigaba con la pena de ejecución pública "a los monederos falsos y falsificadores de oro", puesto que, según los comentaristas contemporáneos del edicto, últimamente se había registrado la fabricación de mucho "oro alquímico", que no era en realidad tal oro. Otros historiadores de la Alquimia afirman por el contrario que el libro más antiguo sobre el particular es el griego Physika, de Bolos de Mendes, escrito aproximadamente en el siglo II a.C., y en el que se describe cómo fabricar oro, plata, gemas y púrpura, con fórmulas y recetas obtenidas de otras fuentes más antiguas procedentes de Egipto, Persia, Babilonia y China.

Pero aunque fuera ya conocida de los egipcios y de los griegos, es a través de los árabes que la Alquimia toma su forma definitiva, a través de la cual pervivirá durante tantos siglos y llegará hasta nosotros. A ellos se debe incluso su propio nombre, ya que la palabra Alquimia proviene del vocablo árabe al-Kimia, en el que la partícula "al" es el artículo definido mientras que "Kimia" significa arte, por lo que cabrá traducir la etimología de la palabra como "El Arte". Precisamente la alquimia era considerado por muchos alquimistas como el Gran Arte o Ars Magna. Pero los problemas comienzan a aparecer cuando se intenta averiguar en qué se basaron los musulmanes, que recibieron la alquimia de la tradición greco-egipcia, para denominar a esta encriptada disciplina.
Para muchos estudiosos, kimia provendría directamente de la palabra kemt o kemet, la cual significa “tierra negra”, y es el nombre que los antiguos egipcios daban a su propio país para resaltar la fertilidad del oscuro terreno aluvial regado por el Nilo. Si esto es así, alquimia significaría, sin más, “arte egipcio” o bien, de forma más poética, “arte del país de la tierra negra”.
No obstante, para otros, la palabra posee su origen en la lengua griega o en otro idioma, distinto al egipcio, en todo caso. Alquimia vendría de khemeia, vocablo griego derivado, a su vez, de khumus, que se usaba para denominar la savia o el jugo de las plantas, por lo que significaría algo así como “arte de extraer jugos”. Si en lugar de una planta, la esencia o jugo extraído fuese el de un metal, la palabra khemeia podría relacionarse a su vez con “metalurgia”, y en este sentido, parece que estamos ante otra posible etimología, igual de válida que la anterior, que hace derivar el vocablo en cuestión del verbo griego chyma, que significa curiosamente “fundir”.

Sea como fuere, la verdad es que no existe un consenso sobre las raíces ciertas del término. Esto no ha de sorprendernos puesto que los mismos alquimistas siempre trataron de ocultar, disfrazar o encriptar la verdadera naturaleza, la verdadera esencia de su arte, manteniéndolo alejado de cualquier persona o colectivo ajeno a esta disciplina.

Y hasta aquí la introducción, seguiremos en unos días con la siguiente entrega ;)


Keltos.


4 comentarios:

  1. Excelente introducción a este tema apasionante, nos quedamos con ganas de más. Es difícil encontrar información fidedigna al respecto en la web, alejada del mito y la farándula, que presente esta disciplina como lo que verdaderamente fue: un compendio progresivo y apasionante de saberes, que nos aporta una información muy valiosa sobre cómo se fue construyendo el edificio del conocimiento a lo largo de la Historia.

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  2. Un tema muy interesante, con una muy buena introducción. Tras tanto tiempo esperando este monográfico me quedo con ganas de leer las próximas entregas.

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  3. Gracias a los dos, a ver si cada semana soy capaz de poneros una entrega hasta completarlo ^^

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  4. La alquimia, esa gran desconocida. Algo que siempre nos ha sonado más a magia y misterio, pero que como cuentas en esta introducción, no es más que química y ciencia, pura ciencia, que, en tiempos donde lo novedoso o lo experimental se atribuía rápidamente a la magia o a la brujería, ha terminado por tener un cariz místico y legendario. Y luego está, claro, lo de la búsqueda del oro y de conseguir oro por medios diferentes a los de usar un tamiz en los ríos. Como dijo Arthur C. Clarke, "la magia no es más que ciencia que aún no podemos entender".

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